26 jul 2009

Estilo Arquitectonico Tudor

El estilo Tudor en la arquitectura es el desarrollo final de la arquitectura medieval durante el periodo Tudor (1485-1603) y aún más allá, de los patrones colegiales. Es seguido por el estilo perpendicular y, aunque desbancado por la arquitectura "Elizabetiana" en la construcción doméstica sin ninguna pretensión de moda, el estilo Tudor sigue reteniéndose en el gusto Inglés, porciones de añadidos de varios colegios de Oxford y Cambridge han estado cargados en el estilo Tudor, que se superpone con los primeros indicios del renacimiento Gótico.
Los cuatro arcos centrados, ahora conocidos como el arco Tudor, fue una característica definitiva, algunos de los mas remarcadas ventanas oriel, pertenece a este periodo, las molduras son mas extensas y el follaje mas natural. No obstante, el estilo Tudor es una designación de estilo difícil, en el que han sido empleadas sugerencias de continuidad a través del periodo de la dinastía Tudor y la impresión perdida en la que hay un rompimiento en el ascenso de Stuart James I en 1603. En la arquitectura doméstica se pueden encontrar muros hechos de zarzo.

En la arquitectura de la iglesia, los ejemplos son:




  • Las viejas escuelas en Oxford.
  • La capilla de San Jorge en el castillo Windsor
  • La capilla del colegio King en Cambridge
  • La capilla Henry VII en Westminster


Arquitectura doméstica:

  1. Hunsdon House, Hertfordshire
  2. Old Market Hall, Shrewsbury
  3. Wollaton Hall, Nottinghamshire (Tudor tardío)
  4. Montacute House (Tudor tardío)
  5. Hampton Court Palace
  6. Compton Wynyates
  7. Fords Hospital, Coventry.
  8. East Barsham Manor, Norfolk
  9. Layer Marney Tower, Essex
  10. King's College, Aberdeen
  11. Owlpen Manor, Gloucestershire
  12. Oxburgh Hall, Norfolk (Ver foto)
  13. Eltham Palace, Kent


También hay arquitectura Tudor en Escocia, como por ejemplo el colegio Kings en Aberdeen.
En el siglo XIX una mezcla de estos tardíos elementos Góticos y Elizabetianos, son combinados para hoteles, estaciones de tren,en estilos renacentistas como el estilo Jacob y el estilo Tudor.

Los estilos de las construcciones Tudor tienen 6 diferentes características:

  1. Largas chimeneas, a menudo sobrecargadas con cañones de chimenea decorativos

  2. Cristales pequeños

  3. Altas y angostas ventanas

  4. "Aguilones" transversales prominentes

  5. Tejado de dos aguas escarpado

  6. Decoración medio enmaderada


Traducido de Wikipedia



por Juan Jose Mendez-Riestra

21 jul 2009

John Singer Sargent (1856-1925)


Fue el más exitoso pintor americano de retratos de su época. Durante su carrera, creó alrededor de 900 pinturas al oleo y mas de 2000 acuarelas, así como innumerables bosquejos y dibujos al carbón. Sus documentos, muestran que viajó atreves del mundo de Venecia a Tyrol, Corfu, el Medio Este, Montana, Maine y Florida.

Antes de que Sargent naciera, su padre FitzWilliam tuvo una cirugía de ojos en el Hospital Wills de Philadelphia. Después su hermana mayor murió a la edad de dos años, su madre Mary (née Singer) sufrió un colapso mental y la pareja decide recuperarse de ésto mudándose al extranjero y quedado ex-patriados para el resto de sus vidas.
A pesar de que su base estaba en París, los padres de Sargent se mudaban regularmente con las temporadas hacia el mar o hacia los hoteles en las montañas en Francia, Alemania, Italia y Suiza. Cuando ella se embarazó ellos se detuvieron en Florencia Italia, por haber una epidemia de cólera.

Y ahí fue donde Sargent nació en 1856. Un año más tarde, su hermana Mary nació. Después de que ella nació FitzWilliam se resigna a mudarse a Philadelphia y acepta los ruegos de su esposa para quedarse en el extranjero.

Ellos vivían modestamente de una pequeña herencia y ahorros, viviendo una vida aislada con sus niños y evitando a la sociedad y a otros americanos excepto los amigos que tenían en el mundo de las artes. Cuatro niños más nacieron, pero solo dos superaron la niñez.

A pesar de que su padre era un paciente maestro de materias básicas, el joven Sargent era un niño bullicioso, más interesado en las actividades al aire libre que en los estudios. Como su pádre lo nombró en casa "él es un tranquilo observador de la naturaleza animada". Contrario a su padre, su madre estaba convencida que viajando alrededor de Europa, visitando museos e iglesias le darían al joven Sargent una educación satisfactoria.

Numerosos intentos para llevarlo a la escuela formal fallaron, solo quedándose lo que la vida intineraria le dejó. Ella fue una fina artista amateur, y su padre fue ilustrador médico. Muy pronto, ella le dio sus libros de bosquejos y sus favorecidas excursiones de dibujo. El joven Sargent, trabajó con cuidado en sus dibujos y entusiasta copiaba imágenes del periódico "Ilustrated London", de barcos y haciendo bosquejos detallados, de paisajes. Fitzwilliam esperaba que su hijo estuviera interesado en barcos y tal vez el mar le dejaría hacer una carrera naval.

A los 13, su madre aseguró que los bosquejos de John eran demasiado buenos y que poseía una remarcable y correcta visión. Si nosotros pudiéramos hacer el esfuerzo de darle a el verdaderas buenas lecciones, el se convertiría pronto en un pequeño artista. A la edad de 13, recibió algunas lecciones de acuarela de Carl Welsch, un pintor paisajista alemán. Pero su educación estaba lejos de estar completa.

Sargent creció siendo un joven muy culto y cosmopolita consumado en el arte, música y literatura. Dominaba fluidamente, el francés, italiano, y alemán. a la edad de 17, Sargent fue descrito como voluntarioso, curioso, determinante y fuerte, después de su madre todavía tímido, generoso y modesto (después por su padre).

El fue bien ilustrado con algunos de los grandes maestros observando de primera mano, como él lo escribió en 1874. "He venido a aprender a Venencia admirar a Tintoretto inmensamente y a considerarlo tal vez el segundo de Miguel Angel y Titian".

En un intento de estudiar en la Academia de Florencia, falló en la escuela y se reorganizó en el tiempo, y después de regresar a París desde Florencia Sargent, empezó sus estudios con Carlous-Duran.

Principios de su carrera En 1879 a la edad de 23 Sargent pinto un retrato del maestro Carolus-Duran; el virtuoso esfuerzo junto con la aprobación pública, y el anuncio de la dirección de la madurez que su trabajo había tomado, hace que lo exhiba en el Salón Paris, fue un tributo a su maestro y una advertencia para las comisiones del retrato. Acerca del trabajo temprano de Sargent, Henry James escribió que el artista "ofrecía un ligero espectáculo de talento con el que se demostraba que en su carrera no había nada más que aprender".

Después de dejar el taller de Carlous-Duran, Sargent visito España. Ahí estudió las pinturas de Velázquez con pasión absorbiendo la técnica del maestro y en sus viajes obtenía ideas para sus trabajos futuros.

Fue absorto por la música y baile españoles. El viaje también le revivió su propio talento por la música (que al igual es un talento artístico) y en el cual encontró una expresión visual en su obra maestra "El Jaleo" (1882), la música continuo jugando una parte importante en su vida social, tanto que el fue acompañado por músicos profesionales y amateurs. A Sargent también le vino una fuerte advocación por los compositores modernos especialmente por Gabriel Faure.

Los viajes a Italia le proveyeron bosquejos e ideas para muchas pinturas del género, de calles de Venecia, escenas con las que capturaba efectivamente gestos y posturas que el pudo encontrar y le fueron de ayuda en los retratos.

Hasta su regreso, Sargent recibió muchas comisiones por retratos rápidamente. Su carrera fue incrementada. Y el inmediatamente demostró la concentración de energía que le permitió pintar por los próximos 25 años. Lleno las marcas entre retratos comisionados y no comisionados de amigos y colegas. Sus finos modales, su perfecto francés y su gran nivel lo hizo estar entre los nuevos retratistas y su fama siguió.

El confidencialmente ponía altos precios y los iba bajando insatisfactoriamente

Sus trabajos (Retratos) Cerca de 1880 Sargent regularmente exhibían sus retratos en el Salón, y se llenaba casi en su mayoría por retratos de mujeres como el de Madame Edoard Pailleron en 1880 (done en plein-air) y Madame Ramón Subercaseaux en 1881. Siguió recibiendo críticas positivas.

Los Mejores retratos de Sargent revelaban la individualidad y personalidad, sus mas ardientes admiradores pensaban que el solo estaba marcado por Velázquez que fue una de las más grandes influencias de Sargent. La maestría española se hace aparente en Sargent en "the Daughters of Edward darley boit" 1882, atrapado interiormente con ecos de "las meninas" de Velázquez.

Como en muchos retratos, Sargent confidencialmente trataba diferentes enfoques con cada nuevo reto, aquí empleando a su vez, la inusual composición y la brillantez como efecto llamativo. Su más estrecha exhibición y sus más amados trabajos de 1880, de cualquier manera fue "the layde with the Rose" 1882, un retrato de Charlotte Burckhardt, una amiga cercana con un posible toque de romance.



Su más controversial trabajo Retrato de Madam X (madame Pierre Gautreau) hecho en 1884, es ahora considerado uno de los mejores trabajos y fue uno de los preferidos del artista. (el estableció en 1915"supongo que es lo mejor que he hecho").
De cualquier manera el tiempo que estuvo develado en París en 1884 en el Salón, despertó una reacción negativa lo que hizo que Sargent se mudara a Londres. Una vez más, la autoconfianza de Sargent, le dio oportunidad para intentar otros experimentos riesgosos en el retrato, pero esta vez con un inesperado rebote. La pintura no estaba comisionada por ella y el le dejo a ella la oportunidad, y desagradaron casi todos los retratos y los clientes lo sacaron. Sergent escribió:
Tengo una gran ilusión para pintar un retrato de ella y tengo razones para pensar que ella lo permitiría y está esperando alguien que proponga en su obra su belleza, … se le debería decir que yo soy un hombre de prodigioso talento
Le tomó más de un año completar la pintura, la primer versión del retrato de Madame Gautreau con su famoso escote, piel blanca y la arrogante postura de su cabeza y el lazo sobre el hombro hace que el efecto sea mas atrevida y sensual. Él rápidamente cambió el lazo para mitigar el furor, pero el daño estaba hecho. Las comisiones francesas bajaron y el admitió a su amigo Edumn Gosse en 1885 que contemplaba rendirse a la pintura por música o por negocios.
Describiendo la reacción de los visitantes, Judit Gautier observo "es una mujer? una quimera, la figura de un unicornio criándose en el abrigo heráldico de sus brazos o tal vez el trabajo de un artista decorativo oriental para el que la forma humana ha sido olvidada y precisa una imagen moderna esperando que le recordara a una mujer dibujada con la delicia arabesca? "no, no es nada de esto, pero lejos de tener una imagen de una mujer moderna escrupulosamente dibujada por el pintor que es el maestro de este arte. Anterior al escándalo de Madame X en 1884, el había pintado bellezas exóticas como Rosina Ferrara o Capri, y la expatriada modelo española Carmela Bertagna, pero las pinturas frescas no estaban requeridas para la recepción pública. Sargent se quedó la pintura prominentemente desplayada en su estudio de Londres hasta que la vendió en el Museo Metropolitano de Arte en 1916, unos cuantos meses antes de su muerte.

Antes de su llegada a Inglaterra, Sargent empezó a mandar pinturas para exhibición a la Real Academia. Estas incluían retratos de "Dr. Pazzi at home (1881) un rimbombante ensayo en rojo y su primer gran retrato masculino, y su más tradicional Mrs. henry White (1883).
El resultado de las comisiones por retratos alentaron a Sargent a finalizar su mudanza a Londres en 1886. Sin tomar en cuenta el escándalo de Madame X, él había hablado de mudarse a Londres a principios de 1882, esto se lo había dicho repetidamente su amigo el novelista Henry James y en retrospectiva se transfiere a Londres para ver lo que era inevitable.
Las críticas inglesas no tan fuertes al principio criticaron a Sargent por su clara manera afrancesada de pintar. Una crítica describe el retrato de Mrs. Henry White describiendo que su técnica era dura y algo metálica sin gusto en la expresión, aire y modelismo.
Con ayuda de Mrs. White el mismo de cualquier manera se gano la admiración de los patrones ingleses y las críticas. Henry James también le ayudo diciendo que "él impulsaba lo mejor de su habilidad".
Sargent pasó mucho tiempo pintando fuera en las orillas de Inglaterra no en un estudio. En una visita a Monet a Giverny en 1885, Sargent apropiadamente pinto uno de sus más impresionistas retratos de Monet trabajando pintando al aire libre con su nueva novia cerca. Sargent no fue usualmente un pintor impresionista, pero algunas veces usando técnicas impresionistas de gran efecto, y con su pintura de "Claude Monet Painting at the Edge of a Wood" es reivindicado con su propia versión de estilo impresionista. En 1880 asistía a exhibiciones impresionistas y empezó a pintar al aire libre después de esa visita a Monet. Sargent compro cuatro de la colección personal de Monet.
Sargent fue similarmente inspirado a hacer retratos de su amigo artista Paul Helleu también pintando al aire libre con su esposa a su lado. Una fotografía similar sugiere que Sargent ocasionalmente usaba fotografía añadiéndola a la composición. También pintó al escultor Auguste Rodin en 1884 y a Tomas Eakins.
Durante las críticas británicas que clasificaron a Sargen en el campo Impresionista los impresionistas franceses que habían empezado como Monet, tarde, decían "el no es un impresionista en el sentido en que se usa la palabra, esta demasiado influenciado por Carolus-Duran.
El mayor suceso en la Real academia para Sargent, vino en 1887, con la entusiasta respuesta de "Carnation, Lily, Lily, Rose", una gran pieza pintada en un lugar donde dos jovenes niñas están prendiendo sus linternas en un jardín ingles. la pintura fue comprada inmediatamente por Tate Gallery.
Su primer viaje a Nueva York y Boston como artista profesional en 1887 y 1888 produjo mas de 20 importantes comisiones incluyendo los retratos de Isabella Stewart Gardner, afamada patrona en arte de Boston y Mrs. Adrian Iselin, esposa de un hombre de negocios de Nueva York, revelando su carácter en uno de sus mas insignificantes retratos. En Boston, fue homenajeado con su sola exhibición de 22 pinturas.
De regreso a Londres, Sargent estuvo muy ocupado de nuevo. Sus métodos de trabajo estaban tan bien establecidos siguiendo muchos de los pasos empleados de otros pintores retratistas anteriores a el. Después de la comisión por las negociaciones que tenia, Sargent debía visitar las casas de los clientes donde se colgaría el retrato para darle un marco de acuerdo. Algunos retratos fueron hechos en las casas de los clientes pero más seguido en su estudio que estaba bien equipado con muebles y materiales de fondo que escogía para su propio efecto.
Normalmente utilizaba ocho o diez asientos para sus clientes, y trataba de capturar su cara en uno de esos asientos. El acostumbraba a tener una amable conversación y algunas veces se tomaba un descanso y tocaba el piano. Sargent usaba un lápiz o marcadores de aceite o en lugar aplicaba el oleo directamente. Finalmente, seleccionaba un apropiado marco, y hacía las tareas llamadas "mundanas" como preparar sus lonas, barnizar la pintura, arreglos para las fotografías, envío y documentación. Por todos estos esfuerzos cobraba $5000 por retrato o cerca de $13 000 dólares. algunos clientes americanos viajaban a Londres para que Sargent pintara su retrato. Alrededor de 1890, Sargent pintó dos atrevidos y no comisionados retratos que mostro en piezas una era la actriz Ellen Terry como
Lady MacBeth y otro la popular bailarina La Carmencita. Sargent fue elegido como socio de la Real Academia y fue miembro durante los 3 años posteriores.
En los noventas (1890) manejaba pedidos en promedio de 14 retratos por año, ninguno mas bonito que el elegante Lady Agnew Lochaw. 1892. Su retrato de Mrs. Hugh Hammersley había sido igualmente catalogado por su viva descripción de una de las mas notables anfitrionas de Londres.
Como retratista (pintor de retratos) el éxito de Sargent se debía en gran manera a que no había quien lo igualara, y sus temas estaban ennoblecidos y a menudo poseídos de una gran energía y valor (Mrs. Hugh Hammersley 1892) Con pequeño temor de contradicción.
Aunque Sargent era un exiliado americano, regreso a los Estados Unidos en varias ocasiones, a menudo en respuesta a los retratos sobre pedido. Muchos de sus trabajos mas importantes están en museos y en los Estados Unidos. En el U.S: Sargent pinto una serie de tres retratos de Robert Louis Stevenson, el segundo, retrato de Robert Louis Stevenson y su esposa (1885) fue uno de sus mas conocidos.
También terminó de pintar los retratos de dos presidentes Theodore Rossevelt y Woodgrow Wilson.
Asher Werthimer, un acaudalado judío, comerciante de arte, con residencia en Londres, encargó a Sargent una docena de retratos de suj familia, el mas grande pedido de un solo cliente.
Las pinturas revelan una agradable familiaridad entre el artista y sus modelos. Wertheimer, legó la mayoría de las pinturas a la Galería Nacional.
Para 1900, Sargent estaba en la cima de su fama. El caricaturista Max Beerbohm terminó una de sus 17 caricaturas de Sargent haciendo bien sabido del público la "regordeta" e hinchada psique.
Aunque solo en sus cuarentas, Sargent empezó a viajar mas y relativamente empezó a dedicarle menos tiempo a la pintura de retratos. Su obra “An Interior in Venice”, un retrato de cuatro miembros de la familia Curtis en su elegante casa, fue un resonado éxito, aunque Whistler no aprobó la soltura del pincel en el trabajo de Sargent, al que calificó como “Manchones por todos lados".
Uno de los principales trabajos de Sargent en retratos en su estilo de bravura, fue el de Lord Riblesdale en 1902, finamente ataviado en un elegante uniforme de cacería. Entre 1900 y 1907 Sargent continuó con su más alta productividad $400 cada uno.
En 1907 a la edad de 51 Sargent cerró oficialmente su estudio, Ya liberado, estableció que "Pintar un retrato podría ser verdaderamente divertido si uno no fuese forzado a platicar mientras trabaja que molesto es tener que entretener al modelo y parecer feliz cuando uno se siente desgraciado."
En ese mismo año Sargent pintó un serio y modesto autoretrato, el último para de la celebrada colección de la Galería Uffizi en Florencia, Italia La fama de Sargent era aun considerable y los museos compraban ansiosamente sus trabajos. Ese año rechazó un título de nobleza y decidió en cambio conservar su ciudadanía americana. De 1907 en adelante, Sargent se rehusó a la pintura de retratos y se enfocó en la pintura de paisajes en sus últimos años. Sargent hizo varias visitas a los Estados Unidos en la última década de su vida incluyendo una estancia de dos años completos de 1915 a 1917.
Para el tiempo en que Sargent terminó el retrato de John D. Rockefeller en 1917, la mayoría de los críticos comenzaron a consignarlo a los maestros del pasado “un brillante embajador entre sus clientes y la posteridad”. Los Modernistas lo trataban muy rudamente considerándolo completamente fuera de toque con la realidad de la vida americana y con las tendencias artísticas emergentes, incluyendo el “cubismo” y “Futurismo” Sargent aceptó calladamente la crítica pero se rehusó a comentar sus opiniones negativas acerca del arte moderno y replicó, Ingres, Raphael y El Greco son a quienes admiro y son lo que me gusta.
En 1925 pronto antes de morir, Sargent pintó su última tela. Un retrato al oleo de Grace Curzon de Kedleston. La pintura fue comprada en 1936 por el Currier Museum of Art. En donde todavía esta en exhibición.
Acuarelas
Durante la larga carrera de Sargent. Pintó mas de 2000 acuarelas vagando desde la campiña Inglesa a –Venecia y de ahí al Tirol, Corfu, ,El Medio Oriente, Montana, Maine y Florida y cada destino le ofreció todo el tesoro de la estimulación pictórica. Aun en su tiempo de recreo escapando de las presiones del estudio de retratos, pintó con intensidad incansable a menudo desde en la mañana hasta en la noche.
Sus cientos de acuarela de Venecia son especialmente notables porque muchas fueron hechas desde la perspectiva de una góndola. Sus colores eran algunas veces extremadamente vivos, como comentó un crítico, “En el Medio Oriente y el Norte de Africa Sargent pintó Beduinos. Rebaños de cabras y pescadores. En la última década de su vida realizó muchas acuarelas en Maine, Florida, y en el Oeste Americano enfocándose a la fauna, la flora y a los nativos del lugar.
Con sus acuarelas Sargent fue capaz de satisfacer sus más tempranas inclinaciones artísticas de la naturaleza, arquitectura y nobles paisajes montañosos. Y está en algunos de sus últimos trabajos en donde uno cobra sentido de la pintura de Sargent que era mas puramente para el mismo. Sus acuarelas fueron ejecutadas con una fluidez llena de alegría. También pintó extensivamente, familias. Amigos, jardines y fuentes. En las acuarelas daba un juego completo para realizar retratos de sus familiares y amigos vestidos en trajes orientales, relajándose en paisajes brillantes y llenos de luz que permitían una paleta más vívida y con un manejo, que no podía realizar en sus obras contratadas. (The Chess Game 1906). Su principal exhibición individual de trabajos de acuarelas fue en la Galería Carfax de Inglaterra en 1905.
En 1909 exhibió 86 acuarelas en Nueva York, 83 de las cuales fueron adquiridas por el Museo de Brooklyn. Evan Chartiers escribió en 1927. “Vivir con las acuarelas de Sargent es vivir con la luz del sol capturada y sostenida con el brillo y el lustre de un mundo legible” La sombre refluyente y el apasionado ambiente del medio día".
Aunque tal vez no iba de acuerdo con la crítica dada.-Winslow Homer, tal vez el mas grande erudito acuarelista reveló que Sargent tenía fluidez en el rango completo de las técnicas de acuarela tanto opacas como transparentes, incluyendo los métodos usados por Homer.
Como una concesión a la insaciable demanda de acaudalados clientes para retratos, Sargent esbozó cientos de bosquejos de retratos al carbón a los cuales llamó “Mugs”. Cuarenta y seis de éstos abarcando los años 1890-1916 fueron exhibidos en la Real Sociedad de pintores de retratos en 1916.
Los mas grandes trabajos a escala de Sargent, son las decoraciones de murales en la Biblioteca Pública de Boston, describiendo la historia de la religión y los falsos dioses del politeísmo. Se adhirieron a las paredes de la biblioteca por medio de “marouflage”(encolado).
A su regreso a Inglaterra 1918 después de una visita a los Estados Unidos, Sargent fue contratado como artista de guerra por el Ministro Británico de Información. En su gran pintura Gassed, describió escenas de la Gran Guerra.
Valoración
En una época cuando el mundo del arte se enfocaba sobre el Impresionismo, Fauvismo, y Cubismo, Sargent practicó su propia forma, la cual refería brillantemente a Velázquez, Van Dyck y Gainsborough.
Su aparente facilidad sin esfuerzo para parafrasear de los maestros en una moda contemporánea condujeron a una corriente de retratos sobre pedido de notable virtuosidad. (Arséne Vigeant) 1885 Musées de Metz Mr. And Mrs. Isaac Newton Phelps-Stokes 1897. Museo de Arte Metroplitanos de Nueva York que hicieron que Sargent obtuviera el apodo del Van Dyck de nuestros tiempos.
Aún durante su vida su trabajo engendró respuestas de crítica de algunos de sus colegas. Camille Pisarro, escribió: No es un entusiasta pero en vez es un hábil intérprete y Walter Sickett publicó un giro satírico bajo el encabezado “Sargentolatry” Para el tiempo de su muerte fue desechado como un anacronismo, una reliquia de la Edad Dorada y fuera de contexto con los sentimientos artísticos de la Post- Guerra. Europa. Prettejohn sugiere que el declinamiento de la reputación de Sargent se día en parte al crecimiento del Anti- Semitismo y el resultado de la intolerancia de las celebraciones de la prosperidad judía. Se ha sugerido que muchas de las cualidades exóticas inherentes en su trabajo se asemejaban a las simpatías de los clientes judíos a quienes pintó desde los 90’s (1890) en adelante.
En ninguno es mas aparente que en su retrato de Almina hija de Asher Wertheimer (1908) en el cual la modelo se muestra usando un traje persa en un turbante incrustado de perlas y acariciando con sus dedos un Indian sarod (instrumento musical Hindú). Como accesorio, todo significando sensualidad y misterio. Si Sargent uso su retrato para explorar conductas de sexualidad e identidad, pareciera haber encontrado la satisfacción del padre de la moldelo. Asher Wertheimer un rico judío comerciante de arte.
Los primeros retractores de Sargent fueron la influente crítico de arte Ingles Roger Fry, del "Blomsbury Group" que en 1926 en la retrospectiva en Londres, desprestigio el trabajo de Sargent, como una calidad carente de estética. "maravilloso verdaderamente pero más maravilloso que este maravilloso desempeño es jamás confundir eso con un artista".
En 1930 Lewis Mumford condujo a un coro de severas críticas. "Sargent permaneció al final como ilustrador, el más diestro en apariencia del trabajo humano, El ojo más vistoso para el efecto, no puede ocultar el vacío esencial de la mente de Sargent, ni de la superficialidad despreciativa y cínica de una cierta parte de su ejecución. Parte de la devaluación de Sargent es también atribuída por su vida expatriada que lo hizo parecer menos americano a la vez que la "auténtica conciencia social".
El arte americano, fue ejemplificado por círculo de Stieglitz por la escuela Ashcan cuando fue en ascenso.
Después de un largo periodo de críticas en contra, la popularidad de Sargent creció fuertemente desde 1950. En 1960 un renacimiento de el arte Victoriano y la nueva escuela dirigida por Sargent fortaleció su reputación. Sargent fue objeto de largas exhibiciones en los mejores museos, incluyendo una exhibición retrospectiva en el Whitney Museum ofAmerican Art, en 1896 y en 1999 en un viaje de exhibición en el Museum of fine Arts,en Boston, en National Gallery of Art Washington y en la National Gallery en London. Aún es desconocido fuera de los Estados Unidos.
En 1986 Andy Warhol comentó que Sargent "hacía ver a todos glamorosos". También cerca de esse tiempo, Robert Hughes describió a Sargent, "el artista que gravó el poder masculino y la belleza femenina en una fecha como esta, en la cual pagaba excesiva cortesía a ambos".
John Singer Sargent fue enterrado en el cementerio de Brookwood cerca de Surrey Wroking.



20 jul 2009

Louis Laguerre (1663-1721)

Nació en Versalles en 1663 y se entreno en la Academia de París bajo las ordenes de Charles Le Brun. Se mudo a Inglaterra en 1683
Primero trabajo en colaboración con Verrio, pero después hizo sus propias decoraciones en casas. El fue más talentoso y personal que Verrio. Fue rival de Sir James Thornhill en el campo de Pinturas históricas principalmente decorando las grandes casas de la nobleza.
Sus obras pueden ser encontradas en Marlborough House, Petworth House (foto de abajo), Chatsworth House y Blenheim Palace. Laguerre fue director de Godfrey Kneller de Londres, Academia de dibujo y pintura, fundada en el otoño de 1711. El murió en Londres el 20 de Abril de 1721

19 jul 2009

Antonio Verrio (1639-1707)

Mencionado en el libro de Barbara Cartland para describir el arte de Kelvendon.
Verrio fue un pintor Italiano del periodo barroco que trabajo en Inglaterra.

Nació en Leece, entonces, reino de Nápoles, se mudó a Francia y se estableció en Toulouse, donde pintó un altar para los Carmelitas, el cual esta descrito en el tratado "sur de la Peinture". El duque de Montagu y Carlos II de Inglaterra, deseando revivir los famosos trabajos de tapicería en Mortlake, los cuales habían sido arruinados durante la guerra civil, invitaron a Verrio a Inglaterra en 1671.
Fue empleado, junto con el arquitecto Hugh May y el escultor Grinling Gibbons, en la decoración del Castillo de Windsor, donde, en la obra, "Cristo curando a los enfermos", se introduce el mismo, sir Godfrey Kneller, tasador de los trabajos, en largas pelucas, como espectadores del milagro.
Recibió acerca de 7000 libras por su trabajo en Windsor. La mayoría de éstos trabajos se perdieron durante las redecoraciones siguientes.
Fue nombrado jardinero maestro del rey y se le asigno alojamiento en St. James Park. En el ascenso de James II, Verrio fue empleado otra vez en Windsor, en la tumba del Cardenal Wolsey, después destinada a una capilla Católica Romana. Se dice que en algún tiempo se rehusó a trabajar para el Rey William. Fue empleado por Lord Exeter en Burleigh y después ejecutó varios trabajos de orden considerable en Chatsworth, entre los cuales está la representación de la "Incredulidad de Santo Tomás". Los "frescos" ilusionistas de dioses clásicos, y semidioses, dando brincos en el cuarto del cielo (1688-1698) son considerados como su obra maestra existente en Burleigh House en Linconlnshire. El alumno más prominente de Verrio fue el francés Lois Laguerre.
Entre sus trabajos más extraordinarios está una pintura en el Dinning Hall de la escuela Christ's Hospital, Horsham fue movida con la escuela cuando la escuela se mudó de Londres en 1902. Representa la fundación de la Real Escuela de Matemáticas por Carlos II en Christ's Hospital (un departamento establecido para futuros marineros de la Real Naval). Lo que es más sobresaliente es su tamaño, 50 metros de largo por 5 de alto.
Después de la Revolución, solo por lo persuasivo de Lord Exeter, consintió en servir al Rey William III, y se le empleó para pintar la gran pared de la escalinata de Hampton Court. La Reina Ana le concedió una pensión anual de 200 libras esterlinas por su abandono del trabajo por fallas de la vista. Murió en Hampton Court.

El legado de Verrio fue visto en los siglos posteriores como una aberración, en la cultura artística de Inglaterra.

El Ilustrated London News

Mencionada por la Señora Cartland como el recurso que utiliza la protagonista para saber que pasa en el mundo victoriano..
Es realmente una revista que se empezó a publicase en el año de 1842, y la cual se sigue publicando hasta el día de hoy solo que bimensualmente.

18 jul 2009

Keveldon Hall... Su verdadera historia

Situada en Essex Inglaterra.

La primera mención de la finca se encontraba en el Domesday Book. La finca se convirtió en el principio de la casa parroquial Kelvedon Hatch. En los siguientes siglos, la finca fue ampliada por los distintos propietarios. En 1538 la casa fue vendida a John Wright, un hacendado del sur de Weald, por £ 493. Durante casi los próximos 400 años, la finca quedó en manos de la familia Wright. La tradición fue claramente importante en la familia ya que hubo diez John Wrights sucesivamente. Se prorrogó el estado aún más mediante la compra de Germains, antiguo señorío. Como la propiedad de la tierra significa poder y dinero, la familia se había podido confirmar su condición de aristocracia menor. La casa solariega fue reconstruida por la séptimo John Wright en el siglo 18.

Mas información?


http://www.historyhouse.co.uk/kelvedonhatch/houses.html

12 jul 2009

Temas que surgieron de Bordadora de ensueños

Como dije en la columna de al lado, fueron varios los temas que me interesaron los cuales me dedique a buscar en Internet, muchos venían en ingles y un amigo de mi hermana me los tradujo.
Los temas fueron:
  1. La historia del bordado.
  2. Keveldon
  3. Ilustrated London News
  4. Antonio Verrio
  5. Louis Laguerre
  6. John Singer Sargent
  7. Estilo arquitectónico Tudor
  8. Duquesa de Mazarin
  9. Sir William Hamilton
  10. Conde de Elgin
  11. Montmartre

Fue un placer investigar a que cosas, lugares, fechas o personajes históricos a los que se refieren en la novela Bordadora de Ensueños

11 jul 2009

Capítulo 7, Bordadora de Ensueños

Olinda caminó a través del jardín y bajó hasta el arroyo que lo bordeaba.
El pasto había crecido y el jardín estaba descuidado, con excepción de la parte más cercana a la casa.
El viejo jardinero, Hodges, cuidaba muy bien las verduras de la huerta, pero nunca había "tenido buena mano", como él mismo decía, para las flores.
Sin embargo, los grandes arbustos de madreselva y de rosas silvestres olían tan dulcemente como las pocas rosas cultivadas que florecían en un lecho que su madre siempre había atendido antes de enfermar.
Olinda había puesto todas las flores que encontró abiertas en el jardín sobre su ataúd, un toque de intenso colorido había iluminado el ambiente sombrío y gris de la iglesia del pueblo.
Ahora, al llegar al arroyo, se sentó sobre un tronco de árbol caído y permaneció mirando el agua.
Pero lo que en realidad veía era la superficie plateada del lago de Kelvedon y los gráciles cisnes que deslizaban a través de ella.
Por más esfuerzos que hiciera, sus pensamientos volvían siempre a Kelvedon y el conde.
Pero en él le producía un dolor físico en el pecho, que estaba segura de que no desaparecería nunca.
"¡Todo ha terminado! ¡Ha pasado ya!", se dijo con severidad. "¿Por qué no te enfrentas a la verdad?"
Pero comprendía que nunca podría escapar de los recuerdos, ni del éxtasis que él había provocado al besarla.
Se dormía pensando en ello. Despertaba, y el recuerdo de ese beso seguía junto ella. Todo el día la acompañaba, a dondequiera que fuese.
No había visto al conde antes de salir de Kelvedon.
Entre la dramática excitación que siguió a la confesión de Felix Hanson. Olinda había abierto el telegrama que el sirviente le entregara.
Cuando leyó su contenido comprendió que debía volver a su casa de inmediato.
El telegrama era muy conciso:
Por favor, vuelva inmediatamente. Nanny:
Sabía que Nanny no la llamaría, a menos que su madre estuviera muy enferma.
No obstante, después de un largo y fatigoso viaje, ya que en Londres había tenido que esperar más de dos horas en tren que la llevaría a Huntingdon, no esperaba llegar y encontrar que su madre había muerto.
Supo que sucedía en cuanto vio el rostro de Nanny.

-Milady murió cuando dormía -había dicho-. Fue una muerte muy tranquila.Se fue como ella hubiera querido.
-¡Oh, Nanny! ¿Por qué yo no estaba aquí? -gritó Olinda.
-No hubiera podido hacer nada. Y ninguno de nosotros lo esperaba. El médico vino a principios de semana y dijo que milady parecía un poco mejor. Pero ayer me dijo que si hubiera vivido más tiempo habría sufrido tremendos dolores. Usted no habría querido eso, ¿verdad, señorita Olinda?
-No, por supuesto que no.
-¿Sabía usted que tenía cáncer?
-No, pero lo sospechaba.
-Por lo tanto, es mejor que haya muerto como muró -insistió Nanny-. Tiene que ser valiente. Es lo que ella hubiera esperado de usted.
Cuando Olinda se uso de pie junto al lecho de su madre, compredió que Nanny tenía razón.
Era mejor que su madre hubiera muerto antes de sufrir los terribles dolores que el tumor que crecía dentro de ella hubiera causado en poco tiempo.
Sin embargo, le resultaba difícil ser valiente cuando alguien tan querido para ella se había ido para siempre.
"Primero mi padre", pensó, "después Gerald y ahora mamá. ¡Soy la única que queda ya!"
No tenía muchos parientes a quienes notificar la muerte de su madre y, los pocos que quedaban vivían demasiado lejos para asitir al funeral.
Cuando éste concluyó Olinda supo que debía decidir su futuro.
Después de su madre, la pensión de su madre se reducía la mitad. Eso significaba, como Olinda sabía muy bien, que, como estaba hipotecada, tomaría cuatro años, en lugar de dos, pagar las deudas de Gerald.
Quedaría apenas lo suficiente, para ella y Nanny vivieran en la casa solariega llevando una vida muy frugal, siempre y cuando ella pudiera aumentar sus ingresos ganando un poco de dinero con su trabajo.
Al pensar en el bordado, volvió a recordar Kelvedon, y al conde.
"El ya no me necesita", pensó cuando abrió el Times dos días después de haber vuelto a su casa, y leyó:
Lamentamos informar que ha muerto la Condesa viuda de Kelvedon. La señora condesa murió de forma repentina en la Casa Kelvedon, Derbyshire, de un ataque al corazón. Tenía cuarenta y siete años y su nombre antes de casarse con el noveno Conde de Kelvedon, era Lady Rosaline Alward, hija del segundo Duque de Hull. Se había casado con el conde en 1857, y dejado un hijo del matrimonio, que sucedió a su padre a la muerte de éste acaecida en 1893,, como décimo Conde de Kelvedon.
"¡Un ataque al corazón!", pensó Olinda.
Eso exoneraba de culpa a todos, incluyendo a Felix Hanson.
En realidad, ella le había creído cuando dijo que había encontrado muerta a la condesa.
Era un aventurero, un donjuán egoísta, sin escrúpulos, decidido a obtener de los demás cuanto pudiera; pero no era un asesino.
Ahora, pensó con satisfacción, no habría escándalo, ni crimen alguno por el que alguien tuviera que responder. Y el conde ya tenía todo lo que deseaba.
"¿Todo?", le preguntó una voz interior en tono burlón.
¡Todo!", contestó ella misma.
Tratò de ser práctica y de usar su cerebro con inteligencia.
El conde había recurrido a ella, en su desesperación, porque para él era una desconocida. Ella había acudido a salvarlo en un momento de toroal y absoluta desolación.
Lo había ayudado y sostenido, pero sus servicios ya no eran necesidarios. Ahora, por fin, él tenía su propio reino y podía prescindir con facilidad de la mujer insustancial con la que había hablado en la oscuridad.
"Para él soy sólo un sueño", se dijo Olinda, "y los sueños se olvidan fácilmente".
Se obligó a hablar con Nanny sobre su futuro, a tratar de hacer planes.
Y, sin embargo, sabía fque una parte de su mente estaba siempre alerta, esperando que llamaran a la puerta, esperando recibir un telegrama, una carta, cualqueir comunicación que le dijera que el conde seguía pensando en ella.
Tal vez le estaría agradecido porque lo había salvado, al menos por unas horas, de las sospechas de la servgidumbre y del alguacil.
"De todos modos, aun sin mi intervención hubieran descubierto la verdad", pensó. "Pero tal vez se alegró de no tener que hacer una declaración formal a la policía".
Sin embargo cuando se quedaba sola en su dormitorio, en la socuridad de la noche, ya no podía pensar con sensatez en lo que había ocurrido y se ponía a llorar con desconsuelo, porque lo amaba.
"¡Te amo! ¡Te amo!" murmuraba contra la almohada, y el pensamiento de que jamás volvería a verlo era tan doloroso que deseaba morir.
Ya había pasado mas de una semana desde que ella sepultara a su madre y el conde a la suya.
No había recibido mensaje alguno de Kelvedon y su última esperanza había muerto ya.
Observó el arroyo que corría sobre la grava del fondo. El agua era tan clara que podía ver a los pececitos que se lanzaban como flechas de una piedra a otra.
La luz del sol, que penetraba a través de las ramas de los árboles, salpicaba el agua de luces doradas.
Recordó las estrellas reflejadas en el lago y, en la distancia, las ventanas iluminadas de la gran casa.
Ahora el conde podría ofrecer fiestas en Kelvedon, fiestas entre sus propios amigos, y los salones se llenarían de invitados que apreciarían la belleza de la casa.
Hábiles jinetes montarían los caballos, todos los sirvientes estarían muy ocupados y el lugar mismo cobraría vida.
Si iba a ser un hogar, como debía serlo, el conde tendría que casarse.
Al pensarlo, Olinda sintió un dolor intenso en el corazón y supuso que la idea ya debía habérsele ocurrido a él.
¿Acaso no había dicho que no pensaba en los cuadrso como en sus pertenencias personales, sino como algo que correspondía a su hijo y a los Kelvedon que vendrían después de él?
"Necesita un heredero", pensó Olinda, "y Kelvedon no sólo necesita un niño, sino varios".
Pensó que como el conde había sido hijo único, sus sentimientos haci asu madre habían sido muy intensos.
Había depositado todo su amor en ella y, como no tenía hermanos, nadie había compartido con él, ni le había ayudado a superar, la terrible impresión que le había causado saber que su madre era infiel a su padre.
"Debo orar porque encuentre el amor ... el verdadero amor", se dijo, "y porque su esposa le dé hijos dignos de Kelvedon".
Aunque deseaba la felicidad del conde, le resultaba imposible no sentir un dolor lacerante cuando imaginaba a otra mujer en sus brazos.

El la besaría y despertaría en ella la misma maravillosa sensación que había sentido ella misma cuando la besó.
Las lagrimas se agolparon ene sus ojos y descendieron por sus mejillas, de modo que la luz del sol, reflejaba en el arroyo, comenzó a verse borrosa.

-¿Será posible que estés llorando, Olinda? -preguntó una voz.

Se puso de pie de un salto, pero como las lágrimas se lo impedían, por un momento no pudo ver quién estaba d epie cerca de lla. No lo había escuchado acercarse.

Entonces, la luz brillante que los envolviera cuando él la había besado iluminó al conde y, aun a través de las lágrimas, pareció que se acercaba a ella en medio de un resplandor de gloria.

Olinda permaneció de pie, mirándolo, hasta que, casi sin darse cuenta, se encontró en sus brazos y el la oprimió contra su pecho.

Ella sintió que todas sus dudas y desesperanzas se esfumaban.

Se encontraba a salvo. ¡El la estaba abrazando!

Entonces el conde la besó y los dos se perdieron para el mundo.

Volvió a surgir el çestasis, la magia que había sentido antes. Olinda dejó de ser una sola persona para convertirse en parte de él.

Su beso fue más maravilloso que el que le diera junto a la puerta del jardín.

Ahora, debido a lo que había sufrido, era como salir de las profundidades de la desesperación para ascender hasta lo alto de montañas que ella hubiera considerado imposible escalar.

El la besó hasta que ella ya no pudo pensar, sino que se limitó a vibrar al ritmo de una música que provenía del cielo y de su propio corazón.

Cuando por fin levantó la cabeza, el conde dijo con voz temblorosa:

-¡Preciosa mía! ¡Mi dulce sueño! ¡Cómo he anhelado este momento!
-Yo ... pensé que nunca voendrías -murmuró Olinda-. pense que ... ya no me querías.

Sus palabras eran incoherentes porque le costaba trabajo hablar.

Pero al levantar la vista hacia él pensó que nunca lo había visto tan feliz.

-¿Que no te quería? -preguntó incrédulo-. ¿Cómo pudiste imaginar tal cosa?
-Tú lo tienes ... todo ... ahora.

-Todo, menos a ti. Y tú eres esencial para mi felicidad.

-¿De ... veras?

El conde la abrazó con más fuerza.

-¿Qué sucedió con tu instinto? -le preguntó- ¿Con ese sabio instinto que me ayudó, me guió y me hizo creer que podría hacer cualquier cosa, incluso preservar Kelvedon sin dinero? -bajó los ojos hacia ella para añadir-: creo que, con tu ayuda, habría podido hacerlo.

-¡Claro ... que hubieras ... podido!
-Pero no sin ti.

Entonces comenzó a besarla de nuevo, a besarla con besos largos, lentos, posesivos, que extrajeron de su cuero no sólo el corazón sino también su mente y su alma, para hacerlos suyos...

Más tarde se sentaron uno al lado del otro en el tronco del árbol caído.

-No pude escapar antes -le explicó el conde-. Había tantas cosas que atender ... lllegaron muchos parientes para el funeral y no se marcharon con la prontitud con que yo hubiera querido.

Se detuvo porque comprendió, sin que Olinda tuviera que preguntárselo, lo que ella quería saber.
-Mi madre sufría del corazón desde hace algún tiempo -dijo con voz baja-. El médico le había advertido que no hiciera ningún esfuerzo y que no se expusiera a alteraciones emosionales fuertes.

Se detuvo antes de continuar.

-La trataba desde hace muchos años y sabía lo peligroso que podían ser para su salud sus accesos de furia.

-¿Y tú no lo sabías? -preguntó Olinda.

El conde negó con la cabeza
-Mi madre nunca hablaba de su salud. Pensaba que si lo hacía daría la impresión de que estaba envejeciendo. Y, de cualquier modo, como tú sabes, yo había faltado dos años de la casa.

En su voz había una profunda nota de dolor, como si se lo reprochara. Olinda se apresuró a decir:

-A ella no le hubiera servido de nada que hubieras vuelto antes. Y creo que, si hubiera podido elegir, tu madre hubiera deseado morir cuando lo hizo ... mientras aún era hermosa.

-Eso es cierto -reconoció el conde-, pero si hubiera muerto veinticuatro horas antes no habría sufrido a causa de la perfidia de Hanson y de mi estupidez. El dolor seguís en su voz y las manos de Olinda apretaron las suyas.

-No te culpes de nada -le dijo-. Tines que ser sensato respecto a esto y comprender que todo fue mejor así. A tu padre no le hubiera gustado que siguieran privándose de su herencia.

-No vale la pena lamentarse ante lo irremediable -reconoció el conde-. Debes ayudarme a mirar hacia adelante, Olinda.

-Sabes bien que eso es lo que quiero hacer -contestó ella con dulzura.

-Sin embargo, debido a que siempre me sentiré culpable por la muerte de mi madre -dijo el conde-, he sido generoso con Feliz Hanson.

Olinda lo miró con expresión interrogante y él continuó diciendo:

-Mi madre le había dado un cheque por ocho mil libras. Confesó que ella se proponía cancelarlo, pero yo le dije que podía quedarse con el dinero.

-Me alegra que lo hayas hecho -observó Olinda

-También le dije que podía llevarse el automóvil que mi madre le había regalado ... -sonrió de manera espontánea antes de agregar-: no fue un acto muy generoso de mi parte. Me disgustan los automóviles y prefiero mis caballos.

-Yo también -confesó Olinda.

-Están esperando a que tú los montes.

Ella lanzó un leve suspiro de felicidad y escondió el rostro coantra el hombro del conde.

-Hay tantas cosas que podemos hacer juntos, mi amor. Pero por encima de todo, quiero hacer contigo. Jamás pensé que le diría algo así a una mujer. Y hay tantas cosas que quiero discutir contigo sobre le futuro que nunca nos sentiremos aburridos, aunque pasemos buena parte de nuestra vida en Kelvedon.

-Eso es lo que me gustaría hacer -contestó Olinda.

-¿Lo dices en serio o sólo por complacerme? -puso la mano bajo su barbilla y levantó su rostro para poder mirarla a los ojos-. ¿Te das cuenta de que nunca te he visto a la luz del día?

-Es lo que pensaba en estos momentos. Hasta hoy, sólo nos habíamos encontrado en la penumbra.

-Un sueño en la noche -dijo él con suavidad-. Pero eres aún más hermosa, preciosa mía, cuando te veo con el sol sobre el cabello y la luz de él en tus ojos.

La miró como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro. Olinda bajó los ojos y un leve rubor tiño sus mejillas.

-Me estás ... haciendo sentir ... avergonzada -protestó.

-Te adoro cuando te muestras tan tímida. Creo que me asuta un poco esa sabia seguidora de la diosa Atenea, que me ha dicho lo que tenía que hacer, que me ha dado tareas imposibles y me ha hecho acariciar ideales que parecían fuera de mi alcance.

Habló con suavidad y, sin embargo, había una nota en su voz que hizo estemecer a Olinda.

-Y ahora -continúo él-, descubro que no es una amazona, ni una Juana de Arco, sino alguien muy joven y muy bella, capaz de ruborizarse ... algo que pensé que las mujeres habían olvidado ya.

Olinda lanzó un leve murmullo y se movió un poco dentro de los brazos de él. Los labios del conde volvieron a descender sobre los suyos y una vez más se convirtió en su cautiva...

Cuando él levantó la cabeza, exclamó:

-¡Acabo de recordar algo!

-¿Qué es? -preguntó Olinda.

-Cunado te vi en la penumbra de la cama de la duquesa, algo sacudió mimente. Me recordaste a alguien, pero no podía saber a quién.

-¿Y ahora ... lo has recordado?

-Sí, a la Virgen en el primer cuadro que Leonardo de Vinci pintó sobre la Anunciación -había una nota de reverencia en la voz del conde cuando continuó diciendo-: lo pintó cuando era muy joven. El Arcángel San Gabriel se acerca a María al oscurecer. La luz azul verdoza de la tarde logra que la naturaleza misma parezca parte del milagro y el cabello oro pálido de la virgen resalta contra ese fondo.

Besó la cabellera de Olinda.

-He visto ese cuadro con mucha frecuencia en el Louvre y significaba algo especial para mí ¡Ahora sé que eras tú!

Olinda ocultó el rostro contra el hombro de él.

-Me alegro ... tanto, tanto ... de que pienses en mí ... así ... yo pensé ...

-¿Qué pensaste?

-Que me considerarías ... alocada y ... fácil porque dejé que ... me besaras ...

-¿Crees que podía imaginar que fueras otra cosa que pura y perfecta?

Besó sus ojos y su frente.

-Tengo tanto que descubrir sobre ti -murmuró-. Tanto que quiero saber ... cosas que nunca antes pensé que encontgraría en ninguna mujer.

-Me temo que ... podrías ... desilusionarte -susurró Olinda.

-¿Cómo podría hacerlo? -preguntó él-. ¿No dijiste tú misma que el verdadero amor entraña amar con el corazón, el cerebro y el alama?

Esperó su respuesta pero, antes que pudiera hablar, apresó sus labios con los suyos.

Más atarde, cuando pudieron hablar de neuvo, él dijo:

-Soy lo bastante vanidoso, preciosa mía, como para creer que puedo capturar tu corazón.

-Ya es tuyo -le aseguró Olinda.

-Tu mente me obligará a esforzarme porque he olvidado mucho de los temas en los que estaba interesado, y mis conocimientos se oxidaron mientras perdía el tiempo en París.

-Yo estoy segura de que eres tan inteligente como su padre -comentó Olinda-. Leí que era admirado y respetado por todos.

-Y si tú eres tan inteligente como el tuyo -contestó el conde-, tiemblo al pensar en lo eruditos que serán nuestros hijos

-Yo quiero que sean como tú -dijo Olinda, y volvió a ruborizarse.

-Creo que tendrán mucho del carácter de su madre -sonrió el conde-. Y, por supuesto, de su belleza. ¿Sabes lo hermosa que eres, mi amor?

-Por favor ... dímelo -suplicó Olinda-, nadie me lo ha dicho nunca.

-Te lodiré hasta que te convenza de que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Pero no he terminado. Hay una tercera parte más en el amor del que hablabamos ... el alma.

-¿Tú crees que tenemos alma?

-Creo que tú la tienes. Y quiero que me ayudes a descubir la mía -contestó el conde. La atrajo un poco más hacia sí al decir-: cuando pensaba en ti, anhelando que el tiempo pasara para poder venir a buscarte, leí un libro de la biblioteca todo lo que me habías dicho sobre la Duquesa de Mazarín. Tenías razón, Olinda. Hizo al rey muy feliz porque le dio lo que ninguna de sus otras amantes le había dado.

-¡Ella lo inspiró!

-¡Y eso es lo que tú has hecho conmigo! Ella logró que tuviera una nueva percepción de la vida, y eso es lo que tú me has dado a mí. Y, lo más importante, ella le dio el amor que él había buscado siempre, pero que no había logrado encontrar.

-¿Puedo ... yo darte ... eso?

-Me lo has dado ya -afirmó el conde-. Me has dado un amor que ni siquiera suponía que existía ... un amor tan perfecto que ... tienes razón, Olinda, es parte del Universo.

-Eso es lo que yo ... pensé cuando tú ... me besaste por primera vez -murmuró Olinda-, pero temía ... que no sintieras ... lo mismo que ... yo.

-Yo sabía que ese beso era diferente a cuanto beso había daod o recibido. ¡Pero, como era tan intenso, tan maravilloso, me dio miedo!

-¿Miedo? -preguntó ella.

-De que no fuera real. Temía que el éxtasis que sentía sólo fuera un invento de mi imaginación.

Se detuvo antes de decir:

-No tenía intenciones de besarte. Había disfrutado de hablar contigo; pero, hasta ese momento no había pensado en ti como una mujer deseable, sino como alguien comprensivo y etéreo ... un ser de otro mundo

-¿Y cuando ... me besaste?

-Entonces no dudé de que eras lo que siempre había buscado ... una mujer hecha para mí, que era parte de mí.

-Pero no ... me lo dijiste.

-Estaba demasiado sorprendido ... por un momento me sentí tan hechizado por la maravilla de tus labios que no supe qué hacer, ni qué decir. Después de dejarte, Olinda, me dirigí al templo griego para pensar en ti.

-Si ... sólo hubiera ... sabido -murmuró Olinda, recordando lo desventurada que se había sentido, pensando que él la consideraría faácil y coqueta.

-Casi no podía creer que hubiera sucedido realmente -dijo el conde-, y entonces, cuando comprendí que era cierto, todos los problemas se me vinieron encima. A la noche siguiente, cuando te acercaste a mí, cuando estaba tan desesperado porque creía que había perdido Kelvedon para siempre, no te besé porque estábamos tan unidos mentalmente que sentía que nuestro scuerpos no debían interferir con nuestras mentes.

-Comprendí ... eso -repuso Olinda.

-Y yo sabía que lo harías.

Entonces, para sorpresa de Olinda, se puso de pie y la hizo levantarse a ella también.

-Ahora, mi amor, ya no existe razón alguna para que nos neguemos nuestro amor -dijo-. Nos pertenecemos el uno al otro en todos los sentidos y lo único que quiero es que te conviertas en mi esposa cuanto antes.

-Estás ... de luto -observó Olinda con voz baja.

-Tú también -contestó él-. Cuando llegué tu niñera me dijo lo que sucedió. Lo siento tanto, amor mío ... debe haber sido muy doloroso para ti.

-Pero no hubiera querido que mi madre sufriera.

-Lo entiendo muy bien. Pero ahora somos libres ... libres para estar juntos, Olinda. No puedo someterme a los convencionalismos, ni esperar el período de luto.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos cuando el conde dijoi:

-Una de las razones por las que se entretuve un poco más d elo que pensaba en venir a buscarte fue que me quedé una noche en Londres, para obtener una licencia especial. ¿Quieres escuchar lo que he planeado?

-Tú sabes que ... sí.

-Nos casaremos en secreto, porque nuestro matrimonio no puede ser anunciado en varios meses, y entonces te llevaré a mi casa en Leicestershire.

-¿No a Kelvedon?

-No ara nuestra luna de miel -contestó él con una sonrisa-. No quiero que sientas celos de la casa. Quiero dedicarme por completo a mi esposa, hasta que ella esté segura de que la amo más que a nada en el mundo ... ¡más aún que a Kelvedon!

-¿Lo dices ... en serio?

-¡Claro que sí! ¡Y aunque eso es difícil de probar, me propongo lograr que me creas!

Levantó los brazos y la atrajo hacia su pecho, casi con dureza.

-¡Tienes que creerme! -exclamó-. Y ésta es una de las cosas en la que no permitiré discusión alguna. ¿De acuerdo?

Olinda se echó a reír de felicidad.

-Quiero ... creerte.

El la besó con pasión y ella sintió que en su interior se elevaba una llama que respondía al fuego que había en los labios y en los ojos de él.

-¡Eres mía! -dijo el conde-. Cada preciosa parte de ti me pertenece ... y te prometo, mi amor, que no tendrás rival alguna... sólo intereses que compartiremos y que nos pertenecerán a los dos.

-¡Te ... amo! -murmuró Olinda-. Quiero ... hacerte ... feliz.

-Ya lo has hecho -contestó él-. Y existe todo un futuro para nosotros, en el cual descubriremos lo inmensa y maravillosa que puede ser la felicidad.

La hizo darse vuelta hacia la casa y entonces habló con repentina urgencia:

-¿Porqué estamos perdiendo el tiempo?, ¡Casémonos, preciosa mía! Aún tento tanto miedo de que seas sólo un sueño ... de que al llegar la noche te desvanecerás y te perderé para siempre ...

-No, nunca me perderás.

-Otra vez tienes razón -declaró el conde-, porque estarás conmigo durante el día y te tendré en mis brazos en la noche. Eso me hará sentir seguro de que no podrás escapar.

La miró a los ojos, bajo la luz del sol y, como si no hubiera contenerse, volvió a buscar sus labios. Entonces, con resolución, la soltó y, tomándola de la manok, la condujo hacia la casa.

Se dirigieron hacia el jardín, pero cuando llegaron a los arbustos de rosas silvestres y madreselvas, el conde se detuvo.

-¿Nos está sucediendo realmente? -preguntó él-. ¿A ti y a mí, Olinda? ¿Es posible que un hombre surja del infierno de la desesperación para llegar a un paraíso de felicidad?

-Es posible cuando dos personas se aman -respondió Olinda-. Te dije que el amor verdadero es como el ... Santo Grial, y sin embargo ... es posible encontrarlo.

-¡Como lo hemos hecho nosotros! -contestó el conde.

Ella miró con un resplandor en el rostro que él jamás había visto en ninguna otra mujer.

-Como nostros, mi dulce sueño -repitió con gentileza.

Sus labios encontraron los de ella. Entonces se alejaron del jardín bañado de sol, para llegar a lo alto de una montaña inaccesible y se sintieron envueltos en una luz brillante, deslumbradora: La de su amor. Y